Mi amigo
que es un poeta
convocó a los poetas.
Hay que escribir un poema
sobre la bomba atómica
es un horror,
nos dijo,
un horror horroroso,
es el fin es la nada,
es la muerte.
Nos dijo,
no es que te mueras sólo
en tu cama,
rodeado
del llanto y la familia,
del techo y las paredes.
No es que llegue una bala
perdida o encontrada
a cortarte el aliento,
a meterse en tu sueño.
No es que el cáncer te marque
te perfore,
te borre.
No es tu muerte,
la tuya,
la nada que ganaste,
es el aire viciado,
es la ruina de todo
lo que existe,
de todo.
Nadie llorará a nadie,
nadie tendrá sus lágrimas.
Y eso es lo más horrible,
la muerte sin testigos,
sin últimas palabras
y sin sobrevivientes.
La muerte toda muerte,
toda muerte.
¿Me entienden?
Hay que escribir un poema
sobre la bomba atómica.
Quedamos en silencio
con las bocas abiertas,
tragamos el terror
como saliva helada,
luego nos fuimos todos
a cumplir la consigna.
Juro que lo he intentado
que lo estoy intentando,
pero pienso en la bomba
y el lápiz se me cae
de la mano.
No puedo.
A mi amigo el poeta,
le dire que no puedo.
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